Desde al lado, me preguntan qué ventajas tiene asociarse, para qué sirve. Las asociaciones y los colegios profesionales, sean de la profesión que sean, nacen siempre con el objetivo de servir de sustento a los profesionales y de crear un lugar de unión a partir del cual poder establecer la profesión dentro de un marco medianamente sólido. Nacen como una prolongación de los antiguos gremios de trabajadores y tratan de controlar que la situación de sus miembros sea más o menos respetable.
No obstante, esta es la teoría, y aún así, se trata de una visión de la realidad muy particular. Asociarse por estos motivos es más una cuestión de principios, que una cuestión práctica. Ahora bien, ¿por qué debe un estudiante asociarse? Pues eso dependerá del estudiante, básicamente. Las asociaciones ofertan muchos, muchísimos cursos de formación, de los que pueden aprovecharse. Hay que advertir que la mayoría se dirigen a profesionales y no a estudiantes, pero qué más da. Mejor que mejor. Además, formar parte de una asociación y acudir a los congresos y conferencias que organicen te permite entrar en contacto con un mundo que poco tiene que ver con los pasillos de la facultad: el mundo profesional.
Si eres un profesional, entonces la cosa cambia. A un profesional, por razones puramente egoístas, más que morales, le conviene encarecidamente formar parte de una asociacion o un colegio de profesionales. Pues, nos guste o no, son la voz de la profesión y los que más medios tienen para hacerse oír y para actuar a favor de la profesión. No hay más que ver el Colegi de Cataluña, uno de los colegios de PDI más grandes, si no el más grande, que hay en España y que tiene mucho que decir siempre que la Administración quiere tocar algo que tenga que ver con nuestra profesión.
Pero no todo son rosas. Al menos en Andalucía. Ya hablé en su momento de ese extraño asociacionismo incoherente que hay aquí y del que, - algún día, - lograremos deshacernos.
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