Erudito, conservador y soso. Esas son las tres palabras que han definido la visión que se tiene de la figura del bibliotecario a lo largo de la historia de las bibliotecas. En la RAE lo definen como aquel que está a cargo de una biblioteca, en Diccionarios.com añaden además que además de facilitar los libros que se van a consultar, ayudará a elegir el que mejor responda a los intereses del lector y a su edad.
No obstante, vivimos en tiempos turbulentos, donde la revolución y la innovación están a la orden del día. Las bibliotecas se vacían mientras Internet gana adeptos, tal y como reflejó el informe (pdf) que la OCLC publicó sobre un estudio realizado en el 2005. Internet es la culpable de todas las revoluciones que se viven en el ámbito de la Biblioteconomía y la Documentación, o al menos de gran parte de ellas. Estamos inmersos en un mar de información donde conviven profesionales y aficionados, empresas y particulares. La larga cola contamina todo lo que toca, cualquier persona tiene las mismas posibilidades de encontrar la información, el bibliotecario deja de ser un intermediario.
Entonces, si esto es así ¿cómo podemos serles útiles a los usuarios? Evidentemente la elaboración de herramientas para la recuperación de información es una opción, pero esa no es la labor del bibliotecario, al menos no fuera del ámbito de su biblioteca. La respuesta radica en un amplio conocimiento de esas herramientas. Radica en la gran curiosidad que debe estar innata en la personalidad del profesional, por todo lo que atañe a la información.
Hace ya tiempo, estaba haciendo prácticas con algunos compañeros en la base de datos Web of ISI
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