Durante mis cada vez más frecuentes inmersiones como embedded librarians veo más y más los estragos que está produciendo en muchos profesores la obsesiva actividad evaluadora que poco a poco va gobernando sus vidas. Muchas veces tengo la sensación de que el trabajo que tengo que realizar tiene más que ver con el coaching que con la bibliometría, cual Mourinho intentando quitarles la presión de encima e intentando mantener una actitud a medio camino entre el apremio y la cautela. Y es que la necesidad de cumplir unos criterios que (justos o injusto) no se entienden, están adulterando el comportamiento de los investigadores que más allá de centrarse en sus investigaciones, se centran en rellenar huecos y crean frustraciones que llevan a actitudes como esta.
Pero más allá de las limitaciones del sistema de evaluación actual, sobre lo que aquí querría reflexionar aquí es sobre la proliferación de malas prácticas bibliométricas y de las falsas concepciones que se tienen, consecuencia precisamente de este afán evaluador. El problema radica en la falsa premisa de que cualquiera puede realizar pequeñas incursiones bibliométricas sin tener necesariamente conocimiento previo sobre el tema. Ello lleva a conclusiones disparatadas, basadas en metodologías (si es que realmente hay alguna) llenas de gazapos y errores. En este sentido, es especialmente interesante leer el capítulo de libro “The Social Constructivism of Bibliometric Evaluations”, el cuál hace una interesante reflexión sobre estas prácticas que abundan no sólo a nivel individual, sino también a nivel institucional. Además, apunta directamente a la causa de la proliferación de estas prácticas:
Funding agencies […] often request the submission of journal impact factors or citation counts for the publications contained in the inves- tigators’ CVs, thus forcing applicants to conduct amateur bibliometrics
El cambio de imagen que ha sufrido la Bibliometría en las últimas décadas ha hecho que el péndulo oscile desde el total escepticismo a una peligrosa aceptación sin reservas, paradójicamente ignorando a los expertos en la materia que no paran de alertar del riesgo que supone actuar así.
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