El tema de la privacidad y las redes sociales vuelve a estar candente. Esta vez no sólo entre los geeks, donde recientemente saltaron las alarmas cuando Christian Van Der Henst, propietario de Maestros del Web, perdió su identidad online momentáneamente. También saltan las alarmas en el resto de la sociedad tras ver el lamentable espectáculo en el que se ha convertido el caso de Marta del Castillo por el uso indebido que se hizo de su cuenta en Tuenti. Es más que evidente que la cuestión de la privacidad debe ser resuelta de una vez por todas para que las redes sociales prosperen y consigan contar con la confianza del gran público. Iniciativas como la de Facebook (de la que luego se tuvo que retractar) no tranquilizan ni mucho menos.
Pero alejándonos un poco de todos estos casos un tanto extremos, está claro que las redes sociales también tienen innumerables beneficios y que además, han supuesto un gran avance en la revolución de la web 2.0. Han supuesto la entrada de la gran mayoría hacia el mundo virtual, algo que los blogs anunciaron pero nunca lograron.
En este entorno se habla mucho de la biblioteca 2.0 [pdf] y es precisamente sobre el uso que puedan hacer las bibliotecas de los servicios de redes sociales utilizando los datos de sus usuarios (Facebook en este caso, puesto que en el mundo anglosajón no tiene rival) sobre lo que va este interesante post de Peter Bromberg. ¿Por qué no utilizar toda esa información personal que nos proporcionan los usuarios para crear redes sociales? ¿Por qué no rastrear tendencias a través de los servicios bibliotecarios que utilizan los usuarios? ¿Por qué no personalizar más aún los servicios? En definitiva, ¿por qué no ser más flexibles a la hora de preservar la privacidad de los usuarios?
No se trata de hacer lo que nos dé la gana con los datos personales de la gente, sino darles el control sobre esos datos tal y como hace Facebook, enseñándoles previamente a hacer un buen uso de estas herramientas (que es la principal amenaza que presentan: la ignorancia).
Igualmente interesantes los comentarios que ha generado el post (tres por ahora, espero que más) donde aparecen varias críticas a este planteamiento:
1. La biblioteca es un servicio público y como tal debe preservar los derechos de los usuarios tanto como el resto de los servicios de la administración pública.
2. No tiene por qué ser misión de la biblioteca crear redes sociales entre sus usuarios.
3. Tal vez estamos tan obsesionados con mantenernos al día que acabamos empapándonos del espíritu competitivo que existe en la red y acabamos metiéndonos en cuestiones que no debieran preocuparnos. Tal vez mejor utilizar otras herramientas y otros datos para ofrecer servicios parecidos como LibraryThing por ejemplo.
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